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Coaching: desde comienzos de 2012 hasta hoy, trabajo en el desarrollo y la difusión de mi propia marca (PANAREA COACHING), orientada al Coaching personal y profesional. Como comunicadora en el universo Social Media, apoyo a las personas a desarrollar una VISIÓN que les permita entender sus circunstancias, EVOLUCIONAR como individuos en comunidad y ponerse en ACCIÓN para conseguir sus METAS profesionales y personales. Aunque me valgo de distintas herramientas tanto en consulta privada como en mis cursos, mi enfoque es eminentemente práctico. Por ello, utilizo conjuntamente mis conocimientos y competencias en coaching, así como mi experiencia en el ámbito de las TICs, RRSS y Web 3.0.

LA LEYENDA DEL PERPETRADOR

Sé que es un tema muy controvertido.., sé que me estoy metiendo (nuevamente) en aguas profundas.., pero tengo que explicar algo: lo que vemos no siempre es lo que creemos. Lo que «existe» no es lo mismo que lo que se ve. Lo que creemos y juzgamos, no es lo mismo que la complejidad del universo. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana.., no me atrevo a decir que para crecer, sanar y evolucionar, como otras personas aseveran. El significado de por qué estamos aquí y de lo que hacemos sigue siendo, a estas alturas de la película y después de muchos años de estudio, para mí un misterio, y desde luego no pretendo entronizarme a mi misma como el heraldo de la verdad absoluta. Pero hay cosas.., hay cosas que no son como pensamos. Y eso es lo que pasa con la leyenda del perpetrador.

También tengo que dejar claro que no voy a escribir esto desde la perspectiva de la psicología. He trabajado demasiado con las víctimas, con personas abusadas de formas terroríficas, seres destruidos en cuerpo y alma, como para tomármelo a broma. He visto a muchas personas al borde del suicidio, incapaces de superar los abismos profundos a los que a veces nos aboca la existencia, como para, ya digo, tomármelo a la ligera. Parto desde una posición de profundo respeto hacia el dolor de las víctimas, a las cuales reconozco, ahora y siempre. Honro y respecto el destino de las víctimas, todas aquellas con las cuales me he encontrado, todas aquellas a las cuales no podría acercarme nunca. Desde la perspectiva psicológica más sensata, no podemos acercar bajo ningún concepto a las víctimas a sus verdugos, porque la revictimización sería mortal para ellas de necesidad.

… Sin embargo hay otros enfoques, otros puntos de vista, otras realidades. Sé que a los más científicos esto les parecerá una locura, pero el PERDÓN es la única vía de sanación (si es verdad que necesitamos ser sanados) únicamente efectiva en casos de extrema violencia y abuso hacia las víctimas por parte de sus perpetradores. Desconocemos tantas, tantísimas cosas.., el cine y los medios de comunicación, así como la literatura, nos han ido acercando a una toma de conciencia muy general sobre los mecanismos del binomio víctima/verdugo. Eso es cierto: cada vez se tiene más consciencia a nivel social de temas como el bullying, el mobbing, el abuso en la pareja, etc. El otro día, sin ir más lejos, una niña de 11 años se suicidó tras sufrir acoso en el colegio y amenazas de deportación en EEUU. Todas estas realidades terribles, por no hablar de las guerras o de infiernos por el estilo,

Tenemos infinidad de guerras a las puertas de nuestras casas, y ya se sabe: «la guerra cambia a las personas, las endurece y las deshumaniza», frase de esa enorme novela que es «Sin novedad en el frente» de Erich Maria Remarque, y que todo el mundo debería leer al menos una vez en su vida.

Valen también las películas, pero no es lo mismo.

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Si en un momento dado pudiéramos ver la vida desde una perspectiva de total neutralidad, eliminando todo juicio (ni previo ni posterior) hacia las víctimas o los victimarios, nos mantendríamos al margen de una de las dinámicas más difíciles de asumir en eso que llamamos «realidad». ¿Es posible detener, de alguna manera, el «juego» constante entre víctimas y perpetradores? Cada segundo se comenten miles, millones de millones de crímenes, de abusos, de atropellos, creando una espiral de dolor, traición, injusticia y muerte constantes sobre la faz de este increíble planeta. ¿Qué familia, qué grupo humano no ha sido dañado por otro o por otros en el transcurso de alguna generación?

Imagen de Pixabay. Las víctimas nos miran desde su universo con mirada inconsciente.


El dolor que genera el perpetrador crea un desbalance en el tejido mismo de la Vida. Y lo peor es que nunca habrá paz, mientras las víctimas y los perpetradores no se encuentran. ¿Cómo puede suceder esto, si en la entrada de este post he dicho que no se puede permitir, bajo ningún concepto, de ninguna de las maneras, el aproximar a las víctimas a aquellos o aquellas que les han dañado en el pasado? La única manera es mediante un ejercicio autoconsciente y compasivo, que alivie al sistema y vuelva a restaurar el equilibrio. No es necesario poner a las víctimas en peligro, ni revictimizarlas de ninguna manera: lo que hay que hacer es detener de una vez la onerosa cadena de los juicios, extraerse del horror aunque sea humano y difícil, y honrar el destino compartido de unos y de otros.

No está en nuestras manos volver atrás el curso de los acontecimientos, ni hacer justicia. Lo único que está en nuestras manos es no colaborar en la perpetuidad del crimen, del abuso , de la injusticia, del dolor. Integrar los hechos con la supra consciencia del Observador, que no trata de poner calificativos ni de adoptar el rol del juez. Mirar, en definitiva, frente a frente al horror, a la desgracia y a la muerte, honrar el destino de cada cual, y tratar de equilibrar la balanza universal en un acto de compasión

Es completamente normal el deseo de excluir a los perpetradores, de mantenerlos al margen, de ignorarlos, de abandonarlos… El ser humano es una evolución del primate empático, que basa su éxito en la escala evolutiva precisamente porque es capaz de sentir como sus semejantes y, de esa manera, participar conjuntamente en el mantenimiento, la defensa y la supervivencia de la familia, del clan, de la especie. Desde ese punto de vista, los perpetradores son una amenaza para la Vida, y nuestra tendencia a excluirlos pone de manifiesto a través de las generaciones un lugar vacío, un desbalance. Y este desbalance es muy peligroso, porque cualquier desequilibrio en el orden interno de las cosas, que no somos capaces de percibir a simple vista, genera manifestaciones complicadas de asumir en ese campo de minas, en esa gran obra de teatro que llamamos «realidad». Hay líneas y lazos de lealtad sutiles que no podemos ni imaginarnos, historias de amor y de equilibrio en favor de nuestros ancestros que desconocemos, respuestas compensatorias a través de los siglos de los siglos a historias de odio, amor, rencor y venganza que aparentemente nada tienen que ver con nosotros.

Imagen de Pixabay. El perpetrador se ve obligado a escapar y su ausencia crea un desbalance en la mecánica de las sociedades humanas.

Dicen los grandes místicos (no es mi caso, puesto que considero que me encuentro bastante lejos de la iluminación, no sé) que hay que honrar la memoria y la leyenda de todos los perpetradores que en el mundo han sido, ya que ellos han elegido, antes de encarnar, hacerse cargo de la parte más difícil. No sé por qué se me viene a la cabeza la imagen de Judas, el discípulo que traicionó a Jesucristo, y sin el cual, aparentemente, la gran obra del Hijo del Hombre nunca hubiera tenido lugar. Supuestamente, deberíamos dar lugar a ambos, a las víctimas y a los perpetradores, para restaurar el equilibrio en los sistemas humanos. De esta manera, honramos a los que dieron sus vidas, mientras con amor y con dolor, dejamos a los muertos en el lado de los muertos y no permitimos que sus historias interfieran con nuestras vidas.

Ya no vale mirar a otro lado, desde la Consciencia y desde la Compasión verdadera hay que mirar de verdad al conflicto, asentir al destino del otro, y saber que ése que murió o dio muerte también pertenece al clan.., también NOS PERTENECE, y que por lo tanto, tiene su lugar. Tanto la víctima como el perpetrador han de tener un lugar en nuestro corazón. Ésta es la única forma de sanar: no desde el desprecio, no desde la huida, ni desde el juicio. No desde la condena ni la exclusión. Las cosas son como son y no se puede hacer nada por lo que ha sido. Sin embargo, si se puede hacer todo por lo que es, protegiendo a las víctimas, sanándolas, y dando su espacio al perpetrador como fuente de conflicto o resultado de un destino trágico e inevitable.


… Por que no somos dioses… Somos más bien como soldados en una tierra extraña, como aventureros en un confín que no comprendemos ni controlamos del todo. Debemos ser más condescendientes con nosotros mismos.


Sé que esto resonará en pocas consciencias, pero con que resuene en una, ya me doy por satisfecha: los perpetradores se han sacrificado en favor de su clan y toma para sí los impulsos de rabia, de muerte, de indignación, de cólera, de abismo. Toma para sí esos impulsos liberándolos de su sistema familiar, haciéndolo por lealtad a su clan, a su familia, y por todo ello se merece nuestra consideración y nuestro respeto. Otra cosa es la justicia humana, y otra cosa distinta todavía es la divina: pero no nos corresponde. La danza cíclica entre víctimas y victimarios tendrá lugar, hasta que un buen día, en el futuro, un miembro del clan familiar se levante y decida que ya todo debe concluirse. Un alma fuerte, consciente y poderosa, que pondrá todos sus esfuerzos a la finalización de la dinámica malsana.


Sólo deteniéndose, insisto, desde un lugar de neutralidad, eliminando todo juicio hacia las víctimas y hacia los victimarios. Posiblemente nunca sepamos qué es lo que hizo a los perpetradores actuar de esa manera, ni sabremos qué dolor profundo les llevó a hacer lo que hicieron. pero la reconciliación, la expiación, la aceptación de su vida y de su destino es la única forma de cerrar, de una forma definitiva, todas las heridas.