Réquiem por tres árboles

Hace tres años que vinimos a esta casa. La elegimos por varios motivos, pero sobre todo porque está a dos metros y medio, metafóricamente hablando, del principal pulmón de Madrid: la Casa de Campo. Siempre dije que no puedo vivir en un lugar donde no haya árboles. Así ha sido siempre.., y así ha de ser.

Esto no es un barrio de lujo: es un barrio proletario, antiguo, humilde. Pero sus vecinos lo aman con locura, y casi todos a los que he preguntado, afirman con pasión y rotundidad que no dejarían su casa por irse a vivir a la Moraleja. Y a mi no me extraña: yo tampoco quisiera irme. Porque es un lugar precioso, acogedor. Conectado con la naturaleza y con los ritmos de la vida aún en el centro de Madrid. Un lugar donde el paso de las estaciones aún puede hacernos comprender y recordar que somos hijos de la Tierra, que no hemos nacido de un lugar ajeno a este hermoso planeta que nos ha sido regalado.

Cuando llegamos, nos llamaron la atención tres hermosísimos pinos, tan enormes que sobrepasaban con mucho el nivel de los 5 pisos de nuestras casas. Hablando con los vecinos más veteranos, nos confirmaron que tenían casi su edad: más de 65 años. Que siempre los habían conocido ahí, que habían soportado todo, la polución, las nevadas, los fríos, los calores, los vientos… El paso de las tempestades e inclemencias más feroces de esta terrible meseta castellana.

Eran soberbios, hermosos, sublimes… A sus casi 70 años, daban sombra, frescor en el verano, alegría y verdor eterno al paso de los días.

Y digo eran, porque el Ayuntamiento de marras de la capital nos los acaba de arrebatar.

Ya en la anterior Junta de Vecinos, en el pasado mes de enero, los viejos y respetables vecinos de la finca nos avisaron: habían venido unos hombres, unos «técnicos» del Ayuntamiento, a decir que debían talarse porque eran peligrosos, porque podían caerse con el viento sobre nuestro edificio, en particular. Muchos de ellos no estaban de acuerdo, y se dolieron porque los recordaban así, como eran: erguidos, firmes, soberbios.., del mismo tamaño prácticamente que cuando ellos eran niños y jugaban a la sombra de sus ramas.

Yo (y mis dos gatos) hemos disfrutado conjuntamente observando a las palomas en sus ramas, a las ardillas jugando por su tronco.., al viento remoloneando en sus acículas en las noches de invierno. Susurraban sus hojas como los labios dulces de los amantes, que no saben del temor ni de la muerte.

… Cuando volvimos hace dos días de un viaje feliz, vimos que avisaban para retirar los vehículos por podas del Ayuntamiento…

Por podas no. ¡Por muerte!

Era la sentencia de muerte para nuestros tres pinos de la fachada de la casa que da al norte.

Miren: hoy no quiero callarme. No quiero ni suavizar un ápice lo que siento y pienso. Y como antes le he dicho a un amigo, no soy gilipollas. Sé muy bien que esos árboles no estaban enfermos. Como no lo estaban los 19 chopos de mi edad, 40 años, que quitaron también hace un año de delante de casa de mi madre, en Alcorcón, con un Ayuntamiento de otro signo, porque en primavera desprendían «pelusas» que daban «alergia» a los niños de los colegios limítrofes…

Algún biólogo debería aclararles que esas «pelusas» no provocan ninguna alergia. Algún biólogo debería aclararles que a los pinos altos, erguidos y solemnes se les pueden y deben poner guías para fijarlos a la tierra y evitar que se caigan.., y que una poda y un mantenimiento adecuados eran más que suficientes.

Pero claro: como me ha confirmado mi amigo (yo ya lo sabía), les sale más a cuenta talar y plantar nuevos plantones (en caso de que lo hagan, que ésa es otra) que proceder a dicho mantenimiento.

Acabo de regresar del norte de España. Todas las empresas de turismo activo (que están muy bien: todos tenemos que vivir de algo) habían copado prácticamente todos los alojamientos del Pirineo navarro con el fin de que la gente pudiera disfrutar de lo que ya muchos llevamos décadas disfrutando: la apoteosis otoñal de las hayas en plena caída.

… Pero cuando llegamos allí, en las postimetrías de octubre, ya muchas las hayas se habían desprendido de sus hojas en la mayoría de los enclaves más emblemáticos del otoño, como Irati, por ejemplo. Esto era debido a las altísimas temperaturas de este otoño incomprensible, con 30 grados en pleno Pirineo en muchos días, por lo que los árboles, intentando sobrevivir, habían tenido que adelantar su otoñada.

No: esta vez no voy a callarme. Y les deseo a los responsables de esta tala en frente de mi casa, la misma muerte lenta que ellos han dispensado a estos tres árboles. A ellos y a sus familias: porque los árboles, señoras, señores, también tienen alma, y se relacionan entre ellos, y con el entorno, como los últimos descubrimientos científicos están demostrando. Así que sí: les deseo lo mismo para ellos y sus allegados, una muerte lenta, humillante, injusta y dolorosa.., porque eran tan altos, tan arrogantes y tan sanos los pinos, que han tenido que matarlos en dos días, primero sus ramas, mañana será el tronco.

… Ayuntamientos de uno u otro signo cobardes, que no miráis más allá del dinero, de la pasta, de la subvención. En este barrio no hay baronesas que se encadenen a los troncos venerables, y por este mismo motivo, los árboles valen tanto como los cuidadanos: nada y menos, como los votos, como las vidas, como los sueños.

Sigan talando, sigan. Sigan cercenando impunemente.., mientras el clima cambia, los veranos se atrasan, los inviernos nos vuelven locos, la primavera prácticamente desaparece y los otoños, secos e interminables, nos asfixian en ciudades cada vez más asquerosamente yermas.

Yo lloro hoy abiertamente por estos árboles que me alegraban las mañanas, las tardes, los días… Y no quiero callarme: no me da la real gana. Porque no es justo, porque no es digno ni honesto. Porque dependemos de la Tierra tanto como cualquier otra criatura que la pueble (incluidos los árboles, del tamaño que sea).

A ver si viene un meteorito de una vez y acaba con todos. Empiezo a pensar cada vez más como Pérez-Reverte, que el problema de este mundo es que hay cada vez más hijos de mala madre sueltos.

Será la edad.

"Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón… Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta" Carl G. Jung

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