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Madres manipuladoras, HIJ@S quebrad@s

Hace ya algunos años, cuando me encontraba inmersa en el estudio de los diversos subtipos de personalidades tóxicas y sus efectos sobre las personas a las que afectan, escribí este post que hoy recupero para vosotr@s.

Empecé mi estudio desde una perspectiva claramente de género, enfocada más a lo femenino; pero con el transcurso del tiempo me he dado cuenta de que la mala influencia, mucho más extendida de lo que se cree, de las madres con comportamientos manipuladores sobre los varones es también extremadamente lesiva para ellos. Por lo tanto y desde esa perspectiva, reviso y reedito este texto hoy.

Una parte importante de mi trabajo consiste en aportar recursos a las víctimas de violencia, mobbing o abuso de cualquier tipo para recuperar su vida. A veces, las víctimas se convierten en verdugos de sus propias víctimas, y de esta forma el ciclo terrible del abuso se perpetúa. Romper esa rueda cíclica se ha convertido en uno de los objetivo principales de mi trabajo.

¡Espero no sólo que os guste, sino que además os sirva!

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«Tengo que reconocer que, cuando salimos (hace ya algún tiempo) del cine, después de ver la película «Cisne Negro» (sobre la que está inspirada la foto que ilustra la entrada de hoy), tenía el estómago hecho un puño. Y os digo por experiencia que, cuando sintáis eso (el estómago en un puño, como si os lo estuvieran apretando literalmente), es porque el plexo solar, la base de vuestro poder personal y capacidad de resolución, está siendo atacado de algún modo (desde fuera de vosotros, por algún elemento ofensivo externo; o desde dentro, cosa que, para el caso, es lo mismo). Manipura, que es el nombre que se vincula a este importante chakra, es como nuestro Sol en el cuerpo: gobierna nuestra energía creativa, y cuando se cierra así es porque algo nos está impidiendo que nos desarrollemos en plenitud. He encontrado una muy buena página que explica perfectamente la función de Manipura y su relación con el estómago y el hígado. Os la posteo aquí.

Imagen de Pexels. Los hombres también son víctimas de las «madres castradoras».


«Cisne Negro» trata sobre una mujer que no se permite ser mujer, y que para impedirlo se enreda en toda una larga serie de intrigas y luchas por el poder, justificando de esta manera todas las cosas que le pasan en su vida, porque desde un principio adopta inconscientemente el papel de «víctima» de sus circunstancias. Se trata de un thriller psicológico que os recomiendo especialmente, y en el cual se vislumbra perfectamente el daño que puede hacer a la psique de un niño la influencia de una madre despótica, amargada, posesiva, obsesiva y castradora.

Por mi profesión y por mi experiencia vital he tenido la oportunidad de enfrentarme en múltiples ocasiones con los problemas emocionales que se generan a raíz de la convivencia desde edades tempranas con una madre castradora. El fenómeno origina en l@s hij@s una respuesta muy virulenta al agobio y acoso sistemático de tales personalidades asfixiantes, bajo diversas formas de anorexia nerviosa, bulimia, hiperactividad sexual o todo lo contrario (anorgasmia), frialdad emocional extrema e incapacidad para disfrutar de relaciones personales asertivas y satisfactorias.., o bien afición excesiva por el trabajo en detrimento de la vida personal y familiar, pánico y deseo de no tener hijos, depresiones, fobias que encubren la represión extrema a la que se ha sometido al hij@ desde pequeñ@, etc.

Imagen de Ryan McGuire. El maltrato en edades tempranas provoca múltiples problemas emocionales.

El problema, en origen, ocurre porque hay madres que no entienden que sus hij@s son personas independientes, y l@s consideran una especie de extensión suya. Piensan y creen, literalmente, que sus vástagos son de su propiedad. Por lo general, se trata de personas psicológicamente enfermas, que tarde o temprano dañarán a sus hijos o hijas. Los psicoanalistas las denominan «engendradoras de neurosis familiares»; estoy absolutamente de acuerdo con este término, porque no se limitan a establecer lazos malsanos de persona a persona, sino que su tela de araña acaba invadiendo todas y cada una de las circunstancias y relaciones dentro de su propia familia.

Estas madres son dominantes en extremo. Son personas que desarrollan un amor patológico hacia otro ser humano (su hijo o hija) hasta el punto de no dejarle crecer. Otras de las características que debes tener en cuenta, si sospechas que tu madre puede ser del tipo castrador, son:

– Siempre trata de salirse con la suya, para lo cual utiliza cualquier método: entre ellos, los más comunes son las amenazas, los insultos, hacerse la víctima, etc. No acepta ningún tipo de oposición, y se cree omnipotente.


– No acepta nada que ella no considere «correcto», ni siquiera desde el punto de vista emocional.


– De manera consciente o inconsciente, hace cualquier cosa con tal de que sus hij@s la necesiten. Puede ser que se ofrezca «desinteresadamente» a darte dinero a fondo perdido, o a acompañarte al médico, si llega el caso. Todo es muy sutil y aparentemente parece inocente, pero si profundizamos resulta demoledor para la psique de la persona, porque lo que esta madre busca en realidad es proteger y cuidar indefinidamente a sus hij@s; pero claro, para que eso ocurra, l@s hij@s nunca deben poder ser autónom@s. ¡Ella genera las condiciones para la propia dependencia material, emocional y física de sus retoños!


– Que sus hij@s quieran hacer su propia vida siempre lo consideran como un acto de rebeldía o desagradecimiento. Además, eso puede durar toda la vida.., incluyendo cuando l@s hij@s son adult@s. Da igual la edad que tengan, la madre castradora no cambiará de opinión.


– Pueden ponerse en contra de las parejas de sus hij@s, porque son celosas y, como ven con terror la independencia emocional de sus vástagos, boicotean sistemáticamente todas sus relaciones.


Aunque el fenómeno puede observarse muy especialmente entre las madres viudas, divorciadas, solteras o aquellas en las que su marido/pareja está ausente por maltrato o ausencia prolongada, también lo he observado entre aquellas que sí están felizmente casadas, pero que ostentan un carácter mucho más dominante o fuerte que su marido o pareja. Estas super-madres monopolizan hasta la máxima expresión la vida familiar, y se pasan la vida haciendo su santa voluntad no sólo con sus hij@s, sino también con sus parejas sentimentales, que acaban por no soportarlas.


A las madres manipuladoras, que crean hij@ quebrad@s porque les impiden desarrollar su plena potencialidad como personas hay que considerarlas una especie de «extorsionadoras» vitales. Tengo que advertir que, cuando l@s hij@s se rebelan (si es que reúnen la suficiente fuerza y valor para hacerlo), el comportamiento de estas madres no difiere mucho del que hemos oído tantas veces definir en un maltratador masculino… Entonces, empiezan a ver a su hij@ como un@ competidor@ de su poder omnipotente, y actúan como si tuvieran el derecho natural de someter, degradar y humillar.

Imagen de Grae Dickason. L@s «niñ@s quebrad@s» se acostumbran a aceptar grandes dosis de profunda y arraigada violencia.

En estos casos, la madre castradora y experta manipuladora suele mentir, minimizar los efectos de su conducta y maximizar los de la conducta del contrario (en este caso, la hija o el hijo), y tender a justificar sus ataques y a defenderse como gato panza arriba, negándose a asumir el estatus de persona sumamente violenta, que es lo que es en realidad. El maltrato psicológico (cuando las niñas y los niños son pequeños, incluso físico) y las agresiones carecen de importancia para ellas, porque en realidad no son conscientes del daño que hacen.

Lo más grave de estos cuadros psicológicos familiares es que est@s niñ@s, a las que yo llamo «quebrad@s», se acostumbran (sí: se acostumbran, porque la conducta de la víctima también es una conducta aprendida) a no ser autónom@s en muchos aspectos de su existencia, a no madurar, y lo que es peor, a aceptar la profunda y arraigada violencia de estas tiranas matriarcales sometiéndose a la otra persona, y permitiendo que su autoestima caiga por los suelos o más abajo aún, sin poderlo evitar. Esto, en el futuro, les origina graves problemas, como la aceptación de relaciones de pareja en las que uno manda y el otro es sometido, por ejemplo. Cualquier persona puede ser víctima si tiene una madre de estas características y se «engancha» a una relación de abuso, violencia y maltratos continuos. Afortunadamente, est@s «hij@s quebrad@s» siempre pueden, en un determinado momento, darse cuenta de la realidad de su vida, levantar su autoestima y su imagen, tomar la decisión de apartarse de esta forma de maltrato que propician las madres castradoras, e ir cicatrizando sus propias heridas.

Si una madre crea una fuerte dependencia con un hij@, ést@ pierde facultades y acaba volviéndose un ser temeroso, obsesivo e inútil, que no tiene más remedio que acabar quedándose en casa de su mamá (literal o figuradamente). Cuando una madre egoísta no pone límites a la relación con su hij@, más pronto o más tarde le acaba perturbando. La mayoría de las madres castradoras impiden el normal desarrollo psicosexual de sus hij@s, de tal forma que muchas mujeres no pueden tener relaciones sexuales, emocionales ni personales normales con hombres porque siguen «vinculadas»tóxicamente a la figura materna (y a los hombres les pasa lo mismo.., ¡ojo al dato!).

 Como decía una enfermera argentina amiga mía: «revisen su cuello, no vaya a ser que el cordón umbilical lo tengan todavía, y acabe estrangulándolos».